El adiós a Juan Brotto, "un ejemplo de deportista, comerciante y vecino"

Así recuerda la comunidad de City Bell al ciclista que tuvo su época de gloria en los años '60

El jueves pasado murió Juan Brotto, y con él se fue un pedazo grande de la historia del ciclismo platense. El deportista que brilló desde fines de la década del '50 hasta inicios de los '70, encaró el último embalaje, de la lucha contrarreloj, en la ruta de su vida, pero esta vez -a diferencia de tantas otras- la bandera a cuadros no lo estaba esperando.
Brotto fue un incansable devorador de kilómetros de ruta. Entrenaba horas y horas, sobresaliendo en tiempos en que el ciclismo argentino era una pléyade de grandes figuras. Tras el retiro, con esa misma dedicación con que se preparó y ganó innumerables competencias en el ámbito nacional, cosechando el unánime reconocimiento de sus pares, formó su familia y se radicó en City Bell para forjar y dar vida al otro costado del atleta: el hombre sociable y sencillo que desde su bicicletería dio ánimo y ganas a miles de chicos que llegaron a su comercio en búsqueda de esa "máquina maravillosa" que con sólo la fuerza de las piernas transporta al lugar elegido.
En 1960, sus graníticas piernas, su tozuda cabeza y su gran corazón depositaron a Juan Brotto nada menos que en los Juegos Olímpicos de Roma. Allí, el equipo que integraba con Alberto Trillo, Ernesto Contreras y Héctor Acosta aportó un diploma olímpico tras alcanzar el 5º puesto en la prueba de persecución de 4.000 metros. Además de obtener la medalla de plata en los Panamericanos de San Pablo '63, ganó el Criterium de Apertura en 1964, la Doble San Pedro (1960), y otras 80 competencias.
Nacido el 27 de noviembre de 1939 en la región italiana de Pádova, Juan Brotto llegó a La Plata junto con sus padres Gino y Ana Olivo, quienes en 1949 se radicaron en la esquina de 54 y 17 para abrir una de las bicicleterías emblemáticas de la Ciudad. En 1967 se casó con Stella Maris González, y se mudó a City Bell; tres años después, inauguró frente a la plaza Belgrano de la localidad su propia bicicletería, que a lo largo de casi cuatro décadas se convirtió en un hito de la vida citibelense. Juan y Stella Maris tuvieron dos hijos: Mauro -que hoy continúa con el oficio familiar-, y Fabio.
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